En los inicios de la vida psíquica, la imagen, la palabra, la presencia viva de madre, los otros, el entorno organizan la construcción de la subjetividad en una estructura que articulará el cuerpo, los afectos y el pensamiento.
Las experiencias corporales y emocionales amparadas por el soporte ambiental se traducen en vivencias que comienzan a tener representación psíquica. Se origina así la constitución de un yo que percibe su propio existir, lo representa y le da sentido, registrándose como protagonista de una historia con continuidad en el tiempo. Las nuevas experiencias se agregan a este núcleo originario y original generando la noción de que todo lo que se experimenta, placentero o displacentero, hasta doloroso, le pertenece y forma una unidad.
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